martes, 7 de junio de 2011

La biotecnología en la vida cotidiana

Beneficios y resistencias a los organismos genéticamente modificados y cómo reducir los riesgos de su uso. ¿Por qué los europeos no quieren semillas transgénicas pero las compran para alimentar a los animales que después consumen?

Por Alberto Díaz*

n el siglo XIX no fueron pocos los escritores, intelectuales y periodistas que reaccionaron fuertemente contra los avances de las ciencias biológicas. Uno de los periodistas más prolíficos en tal sentido fue Dan De Quille –cuyo verdadero nombre era William Wright–, que escribía en un periódico de Virginia, Estados Unidos, The Territorial Enterprise. En este periódico se publicaron entre 1835 y 1880 decenas de falsas noticias elaboradas por escritores de la talla de Mark Twain y Edgar Allan Poe; en general abordaban temas de paleontología, zoología y medicina. ¿Por qué lo hacían? ¿Para volver locos a sus lectores? Difícil saberlo. En ese entonces, las lecturas sobre Pasteur y Darwin –entre otros– inquietaban a los norteamericanos –o al menos a una parte de ellos– con sus planteos acerca del universo, que contrastaba con la que recibían de los predicadores. Los escritores aprovechaban la no razonada confianza en la ciencia, para atacar con historias deliberadamente deformadas. Una vez que el lector era atrapado decían que la noticia era falsa. ¿Cómo se podía creer en la ciencia si no se podía distinguir entre lo verdadero y lo errado a través de las noticias que llegaban a los lectores? Los escritores razonaban del siguiente modo: si cualquier persona desconoce lo suficiente sobre ciencia como para no poder diferenciar un falso informe de uno real, ¿cómo estar seguro de que los científicos están diciendo la verdad?

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